Brasil y la Economía Mundial Contemporánea_(Art. pagwebembajada) ________________________________________________________________________________
Por José Tavares de Araújo Jr. para la publicación Brasil en Foco
El contraste entre la declinación acelerada de los costos de información y la relativa estabilidad de los costos de transporte ha sido una característica central del progreso tecnológico en las últimas tres décadas. Este contraste alimenta progresivamente las tendencias simultáneas dirigidas a la globalización de los mercados y la regionalización de las estructuras productivas que marcaron la economía mundial en un pasado reciente. Estas tendencias, a su vez, redefinieron los perfiles de inserción internacional de las economías nacionales y las prioridades de la agenda multilateral de comercio.
Los nuevos patrones de competencia internacional acentuaron la importancia de la prestación de servicios, de la innovación tecnológica y de la inversión directa en el extranjero como fuentes de soporte del desempeño exportador de las economías nacionales. Tales patrones redujeron la eficacia de los instrumentos convencionales de política comercial, como tarifas, cuotas y salvaguardias; al mismo tiempo en que introdujeron nuevos temas en la agenda multilateral de comercio, tales como el uso de reglamentaciones internas para proteger las industrias de la frontera tecnológica y las prácticas anticompetitivas de alcance internacional.
Desde el punto de vista de las economías nacionales, la búsqueda de eficiencia productiva, el estímulo a la innovación y la mejora de las condiciones de inserción internacional de las empresas nacionales se tornaron partes complementarias de un reto común. Para el Gobierno, ello implica no sólo la convergencia de las políticas industriales, tecnológicas y de comercio exterior, sino también la coherencia de tales políticas con otras acciones del Gobierno respecto a los planes macroeconómicos y de la regulación de las condiciones de competencia en los mercados nacionales.
Un desafío adicional implícito en el escenario contemporáneo reside en el hecho de que la Organización Mundial del Comercio (OMC) no dispone aún de los instrumentos de regulación necesarios para enfrentar los patrones de competencias vigentes. Aunque la reunión ministerial de Doha (Qatar), realizada en noviembre de 2001 haya ratificado el consenso de la comunidad internacional con relación a la necesidad de fortalecer la OMC, en la práctica tal consenso significó únicamente que los países miembros se comprometieron a seguir adelante con la rueda de negociaciones, pero no proyecta ninguna previsión optimista a lo que se refiere a los resultados de esta iniciativa en un futuro cercano, dada la magnitud de los desafíos que la OMC enfrenta actualmente.
Un tema que ilustra muy bien las presentes limitaciones de la OMC es el de la política de competencia, que empezó a desempeñar un rol central en el plan internacional, no sólo en el sentido de combatir los carteles y supervisar la conducta de las corporaciones transnacionales, sino principalmente con el objetivo de regular los conflictos provenientes de la protección a las industrias de alta tecnología. El debate sobre estos temas en la OMC ha sido intenso desde diciembre de 1996, cuando fue creado el Grupo de Trabajo sobre la Interacción entre Comercio y Política de Competencia. Luego de dos años, cerca de 170 documentos gubernamentales fueron sometidos al grupo, abarcando una agenda significativa que, de hecho, fue mucho más allá de las relaciones entre comercio y competencia. En lo que se refiere a la participación activa de prácticamente todos los miembros de la OMC que disponen de leyes de competencia, ese debate ha sido limitado por dos tipos de restricciones. Por un lado, cualquier acuerdo multilateral sobre reglas de competencia sólo tendrá algún significado a medida en que todos los miembros de la OMC, o por lo menos su gran mayoría, estén capacitados para aplicar aquellas normas en sus respectivos territorios. Por otro lado, la OMC es una institución que fue diseñada para tratar esencialmente de los actos de gobiernos, mientras el foco principal de la política de competencia es la conducta de los agentes económicos.
En suma, es poco probable que las principales debilidades de la OMC sean superadas en un futuro cercano. Sin embargo, la actuación de Brasil en aquel forum durante la década de los años 90 demostró que aún así – y principalmente luego del reciente brote de presiones proteccionistas en los Estados Unidos – interesa a los países en desarrollo promover el sistema multilateral de comercio. Polémicas como Embraer / Bombardier y la controversia sobre patentes farmacéuticas ya se tornaron símbolos de situaciones en las cuales las estrategias negociadoras bien fundamentadas logran preservar los intereses nacionales legítimos. Además de dar mayor credibilidad a la OMC y a la postura defendida por Brasil en las negociaciones en curso, estos casos también se revelaron instrumentales para fomentar el diálogo bilateral entre los diversos aliados importantes, como Japón, China, India, Australia y Sudáfrica.
Además de promover a la OMC, otro tema prioritario de la política comercial brasileña es la reconstrucción del MERCOSUR, que ha desempeñado un papel estratégico en la defensa de los intereses brasileños en el ámbito multilateral, en las negociaciones sobre la creación de un área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) y en el diálogo con la Unión Europea. El MERCOSUR es importante por razones de geografía económica: los patrones contemporáneos de competencia internacional no constituyen anomalías efímeras, sino que fueron engendrados gradualmente a lo largo de varias décadas como consecuencia de la dicotomía anteriormente mencionada, entre los costos de la información y del transporte. Por lo tanto, a menos que los patrones contemporáneos de competencia sean redefinidos por otra revolución tecnológica, las metas de la integración regional seguirán siendo prioridades para Brasil.
Tuesday, May 26, 2009
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